Oscuro Secreto

La Esclava "Eva"



Un relato real, contado en primera persona.

Cuando me ofrecieron relatar alguna experiencia erótica, por llamarlo de alguna forma, lo primero que pensé fue que NO, la única experiencia sexual digna de ser contada que tengo no podría salir jamás de donde estaba guardada, no podría dejar de ser nunca un oscuro secreto que guardaría para siempre, pero después de darle muchas vueltas y cerciorarme de las posibilidades de que alguien pudiera reconocerme en el relato, pensé… ¿Por qué no? Así que digamos que me llamo Lorena.

Para que os pongáis en situación, soy una chica bien-casada, de 26 años, que se ocupa de mantener limpio su piso de capricho, gastar el dinero que su marido gana y mantenerme guapa haciendo algo de deporte, una ociosa, lo reconozco. Morena de pelo largo y liso, guapa, con 1 metro y 60 centímetros y 65 kilos muy bien puestos y repartidos, entre otras cosas, en unas tetas muy monas talla 95 copa D.

Después de terminar mi grado en diseño de interiores nunca he trabajado, no lo necesito, suerte que no tiene mi hermana, separada y con dos niños a su cargo, lo que me convierte en la tita que lleva a su sobrino al cole. Aunque parezca casi delito, aquí empieza mi historia, en la puerta del colegio de mi sobrino.

Es una ley no escrita el que las “mamás ociosas” como yo, concluyen la labor de llevar a los niños al colegio cuando desayunan en la cafetería de enfrente, y así, conocí a Eva, mamá ociosa de 39 años muy bien llevados. Ella no era como las demás, no le gustaba hablar todo el rato de las tallas de la ropa, las vitaminas de la comida o los mocos de los niños, eso le aburría tanto como a mí, lo que hizo que con el paso de un par de semanas siempre nos sentáramos la una al lado de la otra dejando que el resto hablara de sus cosas de mamás mientras nosotras comentábamos los últimos zapatos de temporada, el nuevo modelito de zara o lo asqueroso que era tener la regla.

Eva vivía en un ático dúplex cerca del colegio donde llevaba a su hijo de 5 años, estaba casada con un representante de una famosa marca de ropa de caballero que sólo paraba en casa los fines de semana, lo que a ella le daba libertad para hacer lo que le diera la gana durante toda la semana. Sobre todo dedicaba tiempo ir al gimnasio, solía decir que para que la cabeza fuera bien alta, las tetas y el culo debían acompañarla. Y así era en su caso,  1 metro 69 centímetros y 65 kilos repartidos en un culo de infarto y unas tetas perfectas que siempre iban sujetas por sujetadores de la talla 100 procurando dejar ver un trasfondo lujurioso del que yo hasta el momento no había sido partícipe.

Con el paso de las semanas Eva y yo teníamos la suficiente confianza como para que ella me dijera que estaba harta de desayunar al lado de las supermamás ¡bendita seas Eva! , pensé. Nada más cerca de lo que yo llevaba queriendo decirle a ella hacia días, mi intención hubiera sido proponerle ir a otra cafetería, un poco más cool, pero ella me propuso desayunar en su ático cerca del colegio, a lo que yo acepte encantada.

Su piso era precioso, decorado con un gusto exquisito, todos los colores combinaban a la perfección, un recibidor con un enorme ropero a la derecha y un aseo de lujo daban la bienvenida al hogar, tras una puerta doble de color blanco y cristal se encontraba un enorme salón dividido en tres ambientes perfectamente diferenciados, obra de un profesional de la decoración sin duda. Nada más entrar a la izquierda, una librería repleta de libros muy bien colocados, una preciosa lámpara de pie y un diván que parecía ser comodísimo, detrás del diván un taquillón de un metro de altura que separaba la zona de relax con una mesa de comedor rectangular en acero y cristal acompañada de seis sillas con el respaldo de acero tapizadas en piel marfil.  A la derecha tres enormes sofás tapizados a juego con las sillas, colocados dibujando un cuadrado abierto por uno de sus lados acompañados de una preciosa mesa cuadrada de cristal que estaba posada sobre una alfombra sobre la que, a simple vista, apetecía dormir. Un poco más adelante se encontraba la puerta que daba paso a la enorme cocina preparada con todo tipo de comodidades, frigorífico doble, horno, microondas, lavavajillas, lavadora-secadora y un largo etcétera.

Con el paso de los días me fui acostumbrando y dejó de importarme el hecho de desayunar de gorra todos los días, me encontraba a gusto con ella y nuestro nivel de confianza iba creciendo, nuestras conversaciones dejaban de ser triviales y nos contábamos problemas, algún secreto, quejas sobre nuestros maridos y criticábamos a diestro y siniestro a la horda de supermamás que nos miraban mal en la puerta del colegio. Empezamos a ser amigas.

Para mí, que no tenía muchas cosas en las que ocupar mis mañanas, tener una amiga con la que matar unas horas de tiempo me parecía una gozada, pero nunca imaginé lo literal que podría llegar a ser el término gozada en este caso.

Una mañana de finales de noviembre, como todos los días, fuimos a su casa después de dejar a los niños en el colegio. Ese día hacia frio, yo iba vestida con unas botas altas de color marrón, unos Levis azul clarito, una camisa blanca de temporada y un blazer de zara de la temporada anterior. Cuando llegamos a su casa, como todas las mañanas, dejamos los abrigos en el ropero de la entrada y pasamos , cruzando el salón, a la cocina, donde Eva, con su cafetera de ultimísima generación preparaba café para dos. Ese día había comprado unas pastas para acompañar el café y cuando solo quedaba ponerle el azúcar a los cafés, me las dio y me pidió que las llevara a la mesa y me sentara a esperarla. Así lo hice, deje las pastas la mesa de cristal y me senté cómodamente en el sofá de piel a esperar mi café, que llegó más rápido de que lo que me hubiera gustado. Eva tropezó en el filo de la alfombra y tiño de marrón mi preciosa camisa blanca de temporada. Evidentemente fuitodo lo cortés que pude y le quite importancia al hecho de que me hubiera jodido una camisa de 150 euros, pero para mi sorpresa, ella no aparentaba estar muy afectada por lo que había pasado. Con toda la naturalidad del mundo me dijo que no me preocupara, que me la lavaba ahora mismo, a lo que, yo sin darle importancia, accedí sin poner pegas. Me desabroché la camisa comenzando por arriba bajo su atenta mirada, dejando ver un sujetador negro de Victoria´s Secret que me regalo mi marido para nuestro último aniversario – bonito sujetador Lorena – me dijo mientras programaba la lavadora con mi preciada camisa en su interior – gracias, un regalo- le dije apoyada en el quicio de la puerta de la cocina. Cuando terminó de programar la lavadora, se incorporó y vino hacia mí, algo había cambiado en su expresión, nunca me equivoco con estas cosas y en esta ocasión, tampoco lo hice.

Eva se acercó a mí con una sonrisa que aún no había visto en ella, me quedé quieta, sin decir nada, esperando muy atenta. Cuando estaba a un palmo de mí, dejé de apoyarme y me puse firme mirándola a los ojos para intentar adivinar que pasaba, ella me rodeo con sus brazos hasta alcanzar el broche de mi sujetador, lo desabrocho y lo dejó caer al suelo con la misma sonrisa con la que se había desplazado hacia mí. Me quedé muda, sin saber qué hacer, notaba como se me sonrojaban las mejillas, ¿Qué coño era eso? ¿Qué estaba pasando? No sabía ni qué hacer , ni que decir. Eva lo sabía  y sin duda le gustaba, me miraba con esa sonrisa malvada que me acababa de descubrir y mirándome a los ojos me dijo, -¡Bonitas tetas Lorena!-

No sabía cómo reaccionar, seguía congelada y lo único que acerté a decir fue un tímido – gracias-, que lejos de incomodarla o frenarla, hizo que su sonrisa fuera aún más despiadada. Se acercó lentamente hasta rozarme los labios con los suyos, y, durante unos segundos, estuvo ahí quieta, esperando a que me apartara, pero no fui capaz de articular movimiento alguno, sentía ganas de salir corriendo de allí, pero por otro lado me moría de ganas de saber hasta donde quería llegar Eva. ¿Qué pretendía con esto?

Cuando Eva comprobó que mi actitud era sumisa y que sólo esperaba ver qué pasaba, sacó su húmeda lengua y me acarició los labios con ella como jamás nadie me había hecho, me gustó tanto que solo fui capaz de cerrar los ojos y besarla con el mismo vicio con el que ella me estaba mirando.

No sé cuánto duro ese beso, pero no puedo evitar excitarme cada vez que lo recuerdo. Mientras yo me concentraba en dar tanto como recibía en el beso, Eva recorrió con su mano izquierda mi espalda desde donde terminaban mis Levis hasta mi nuca, metió su mano con los dedos separados en mi melena y la cerró agarrándome del pelo provocando una tensión casi dolorosa.

Eva parecía estar probándome con cada movimiento que hacía, parecía querer comprobar cuando daría un paso atrás o le pediría que parara, pero no era mi intención. Estaba súper nerviosa, jamás se me había pasado por la cabeza algo así, pero al mismo tiempo estaba cachondísima y quería ver en qué terminaba el beso.

Cuando pudo comprobar que no me quejaba por los tirones de pelo que me daba cada vez que cerraba su mano contra mi nuca, empezó a recorrer con su mano derecha mi costado izquierdo, acariciándome con su perfecta manicura francesa, hasta que llegó a la altura de mis tetas. Sin pensárselo me agarró una, con decisión, hincando sus 5 uñas en mi pecho al mismo tiempo que me agarraba más fuerte el pelo y me daba a probar su lasciva lengua con más intensidad aun. Ella parecía tener una confianza en lo que estaba pasando que me hacía sentir muy débil, muy vulnerable, por momentos empezaba a pensar que era su juguete y eso lejos de disgustarme, me excitaba cada vez más.

Con mucha suavidad y con una falsa dulzura, Eva separó sus labios de los míos y sin dejar de agarrarme ni el pelo ni la teta, que estaba ya señalada por sus uñas hincadas, acercó su boca lentamente a mi oído acariciando su mejilla con la mía. Cuando su boca llegó a la altura de mi oreja derecha, me quedé casi sin respiración, intentando adivinar qué iba a pasar.

Fueron un par de segundos en los que pude casi adivinar sus pulsaciones a través de su respiración. – ¿estás bien Lorena? – Me preguntó con voz dulce. Sólo acerté a decir un SI en un tono más alto del que ella había usado que hasta a mí me pareció más decidido de lo que debiera al escucharlo. – ¿quieres parar? – no-, contesté con voz algo más suave que antes. Entonces Eva relajó sus dos manos, notaba como se despegaban sus uñas de la carne en su mano derecha y sentí consuelo en la nuca al dejar de tirarme del pelo, pero solo duro un segundo, hasta que con más fuerza aún volvió agarrar mi pelo y a hincar de nuevo sus uñas en mi teta, de tal forma que llegué a quejarme tímidamente, cosa que a ella le importo poco.

De nuevo me preguntó al oído, esta vez con un susurro casi amenazante, -¿seguro que no quieres parar?- Sin pensarlo nada en absoluto me reiteré en mi anterior respuesta y pronuncié un NO susurrado y  debilitado por la tensión a la que tenía sometida mi cuello. Fue entonces cuando me soltó el pelo, y volvió a despegar sus uñas de mis tetas paseándolas hasta mi pezón para pellizcarlo mientras me miraba a los ojos con una malvada sonrisa y diciéndome – de acuerdo Lorena, ven conmigo, vamos al sofá-

Eva llevaba puesto un vestido negro de sisas ceñido a la cintura con una falda que terminaba poco más arriba de las rodillas, cerrado con una cremallera en la espalda que iba desde el cuello hasta la cintura y unos zapatos negros con un tacón de 10cm cubiertos de acero que hacían juego con un medallón que llevaba colgado al cuello del mismo color. El colgante era un círculo perfecto y en su interior había tres líneas curvas exactamente iguales, colocadas proporcionalmente y que se unían en el centro creando tres apartados dentro de la forma circular , en cada apartado se encontraba un relieve en forma de punto que formaban un triángulo equilátero si los unías entre sí. Nunca le había visto ese colgante y pese a la situación, mi mente obsesionada con los complementos, no pudo evitar pensar que era algo demasiado simplón para ella, aun así, hacía un juego perfecto con el tacón de sus zapatos.

Delante del sofá, desnuda de cintura para arriba, con las uñas de Eva todavía marcadas en mi piel y con los pezones duros como piedras por el frio que me provocaban los nervios que tenía, Eva me dio la espalda a una cuarta de distancia de mí y, girando la cabeza me dijo con autoridad, – desnúdame- volvió a colocar la vista al frente y levantó con lentitud sus brazos para facilitarme la tarea. Nerviosa y algo dubitativa, me quedé mirándola unos segundos sin saber muy bien qué hacer, entonces ella, con los brazos en alto y ya sin girar la cabeza, volvió a repetir con un tono más autoritario, -¡DESNUDAME! –

Esta vez no me lo pensé, casi me había molestado que me hablara de esa forma, pero por alguna razón me excitó más de lo que me molestó. Cogí la cremallera desde el cuello y la deslicé despacio hasta el final, cuando la cremallera estaba abierta  hasta la altura de su cintura puse mis manos en los costados de sus rodillas y las fui deslizando con suavidad hacia arriba arrastrando con ellas el vestido. Tenía la piel suave, firme y cálida, muy despacio pasé mis manos temblorosas por sus caderas y su cintura, al llegar a la altura de sus tetas me tome la libertad de desplazar mis manos para pasearlas por encima del sujetador, arrastré su vestido hasta sacarlo por encima de sus brazos estirados y lo dejé en el sofá que quedaba a mi derecha. Esperaba que se diera la vuelta para seguir con lo que tuviera planeado en su desconocida mente lujuriosa pero no lo hizo, solo bajo los brazos y espero unos segundos para volver a girar la cabeza y repetir con voz algo más amable: – Lorena, desnúdame.

Ya no podía echarme atrás, necesitaba saber que quería esa madre bien casada a la que creía conocer y que en la última media hora se había vuelto una total desconocida. Agarre con las dos manos el broche de su sujetador negro de encaje con transparencias y lo desabroche sin titubear, retire los tirantes de sus hombros y lo deje caer a sus zapatos de tacón. Antes de que me pudiera volver a reprenden flexione mis rodillas poniendo mis manos en sus caderas y cogiendo tímidamente los dos laterales de su tanga negro que por supuesto era a juego con el sujetador. Esperaba que en algún momento ella me frenara, ¿quiere que la desnude entera? ¿Todo fuera? ¿Para qué? Pero no fue así, cuando se dio cuenta de que no me decidía a seguir reacciono con un – ¡vamos! Que hizo que deslizara el tanga hacia abajo. Con suavidad lo pose en sus zapatos dejando al descubierto un culo perfecto que hasta a mí, que jamás se me había pasado por la cabeza hacer algo así me hubiese gustado tocar. No lo hice.

Me levante ansiosa de que Eva terminara de hacer lo que tenía en su mente, imagine que querría que nos volviéramos a besar con nuestras tetas rozándose entre sí, pellizcándonos los pezones o tirándome de nuevo del pelo, Pero nada más lejos de la realidad. Eva se giró hacia mí y saco el tanga de los tacones con dos pequeños pasos hacia atrás y se sentó en el sofá mirándome a los ojos, me pidió que me acercara, sin saber muy bien a que se refería di un paso adelante hasta colocar la puntera de mis botas junto con la de sus tacones, fue entonces cuando separo sus piernas, y me dijo con su sonrisa maléfica y lujuriosa, -ponte de rodillas Lorena. – joder, pensé, esto se está lleno de la manos, ¿qué quiere? Pero aun pensando eso lo hice, apoye mis manos  en sus rodillas, que estaban bastante separadas e hinque las mías en la confortable alfombra. Una vez que estaba de rodillas Eva se adelantó un poco en el sofá acercándose a mí, metió de nuevo su mano en mi nuca y me agarro el pelo como lo había hecho en la puerta de la cocina. No sé por qué pero estaba cahondísima, notaba como mis bragas estaban empapadas y el clítoris me latía, me había puesto como hacía mucho tiempo nadie me ponía. Estaba deseando de volver a meterle la lengua en la boca, que me tocara las tetas y tocárselas yo a ella. Acerco su cara a la mía hasta que nuestras narices se rozaban, y mirándome a los ojos con un susurro que parecía venido de la oscuridad me dijo – cómemelo- ¿Qué?!! – Cómeme el coño- repitió.

Mil cosas me pasaban por la cabeza, jamás algo así había estado en mis planes, ni siquiera me gustaba el porno lésbico o los tríos ni nada por el estilo, pero estaba muy caliente y quería seguir con el juego que me había puesto así. Eva me soltó el pelo y se recostó hacia atrás, yo sin pensar en nada más me incline hacia adelante buscando su húmeda entrepierna y justo cuando estaba llegando a mi destino me paro poniéndome una mano en la frente haciendo que la mirara a la cara y con voz seria me dijo: – Lorena, si haces esto, ya siempre serás mía. No sabía muy bien a que se refería pero estaba deseando de meter mi lengua en su coño como ella me había pedido y asentí con la cabeza acompañando con un SI en el mismo todo serio que ella utilizo. Retiro su mano de mi frente y junto con la otra las uso para agarrar sus rodillas dejando ver su húmedo y depiladísimo coño abierto. Sin pensarlo más me acerque hasta él y sacando mi lengua lo más húmeda que mi boca seca por los nervios me permitió y la pasee por sus húmedos labios hasta llegar al clítoris. Al instante de tener la cabeza entre sus piernas pude comprobar que ella estaba tan cachonda como yo, estaba mojadísima y su clítoris estaba duro estaba a punto de correrse, movía sus caderas pidiéndome que fuera más intensa al mismo tiempo que gemía mirando al techo del salón. Notaba como se derretía en mi boca y me chorreaba por la barbilla y por alguna razón que desconozco, complacerla hacia que me excitara aún más, al mismo tiempo que la lamia movía mis caderas intentando rozarme con las costuras de mi pantalón, ya no me hacía falta comprobar que mis bragas estaban empapadas.

Detuve mi lengua en su clítoris y empecé a lamerlo con más fuerza y velocidad, cuando descubrí que sus gemidos eran más intensos y su respiración casi fatigosa lo succioné sin dejar de rozarlo con mi lengua, entonces Eva puso su mano derecha en mi cabeza y agarrándome el pelo la presiono contra ella, solo un par de segundos después de eso dijo: Joder, me corro.

Note como se corría en mi boca al mismo tiempo que sus muslos sufrían pequeños espasmos provocados por el placer, me soltó el pelo para que me incorporara y apoyo de nuevo sus tacones en la alfombra, me seque la barbilla que estaba empapada y con una sonrisa le puse mi mano derecha en una de sus perfectas tetas y pregunte: – ¿te ha gustado? Su respuesta me volvió a dejar desconcertada nuevamente, no contesto, me quito la mano del pecho y me agarro el cuello con la mano izquierda devolviéndome a mi posición, de rodillas delante del sofá.

Ni siquiera sabía que pensar ¿Qué le pasa a esta tía? ¿Le he comido el coño como hace años que no me lo comen a mí y ni siquiera me va a decir gracias? Quise preguntar qué pasaba pero cuando Eva intuyo que iba a volver a hacerlo apretó más fuerte mi cuello y lo acompaño de un ¡cállate!

Hasta ahora había disfrutado haciendo lo que pedía, así que hice caso. Sin soltarme el cuello desabrocho el pantalón con la mano derecha y bajo la cremallera al mismo tiempo que recolocaba la otra mano en mi cuello para cogerlo con más fuerza y obligarme a mirar hacia arriba. Entonces metió su mano dentro de mi pantalón dejando de lado mis humedísimas bragas, saco su viciosa lengua y me lamio desde la clavícula hasta la sien al mismo tiempo que recorría con sus dedos mi coño. – joder Lorena, parece que lo pasas bien. Metió dos de sus dedos dentro de mí provocándome un placer que mezclado con el miedo, el morbo  y el desconocimiento de lo que estaba pasando me hizo estremecerme y mojarme mucho más. Los sacó con cuidado de no rozarlos con las bragas y me los acerco a la boca al mismo tiempo que me pedía que la abriera y lamiera sus dedos. Cuando decidió que ya era suficiente volvió a lamerme la cara y meter su mano en mi pantalón, mi clítoris estaba durísimo y notaba como sus dedos entraban en mi coño con mucha facilidad, estaba a punto de correrme, mi respiración se volvió casi fatigosa por la presión que tenía en el cuello, me gustaba, no sé por qué, pero me gustaba mucho y Eva lo sabía y tampoco sé por qué lo sabía.

Sus dedos entraban y salían de mi coño tan mojado que se podían escuchar moverse, pude apenas susurrar con los ojos casi vueltos y mirando al techo del salón – me corro- que casi fue imperceptible porque la mano de Eva apagaba lo que salía de mi garganta, pero fue suficiente para que se diera por enterada, entonces acelero el ritmo de sus dedos y en solo un instante hizo que me derritiera de tal forma que hasta yo me quedé sorprendida de como lo había hecho. Mi piernas temblaban sobre la alfombra de rodillas delante del sofá, Eva saco sus dedos provocándome un último destello de placer y haciendo que mis pantalones se calaran, dejo de apretarme el cuello y pude volver a mirarla a la cara, solo pude sonreír y dedicarle un escueto – joder Eva…. Pero ella solo me devolvió una falsa sonrisa de gratitud.

Sin hacer mucho caso a su reacción me levante de la alfombra como pude y con las piernas temblorosas todavía le pedí entrar al baño, -si claro, ya sabes donde esta- entre al baño para limpiarme y aproveche para secar los pantalones con un secador que encontré debajo del lavabo, justo cuando apague el secador oí el aviso de la secadora, mi camisa ya estaba lista.

Antes de que me diera tiempo a salir del baño Eva se acercó a la puerta y me dijo en un tono muy amigable, como si no hubiera pasado nada en la última hora,
– Lorena guapa, te dejo la camisa en la silla, tira de la puerta al salir.
– Amm, vale, – contesté
– ya hablamos, chao.

Salí del baño y allí estaba mi camisa blanca y mi sujetador negro, colocados encima de una silla, ni rastro de Eva, termine de vestirme y tal y como me había pedido me fui tirando de la puerta dando un portazo para que quedara claro que estaba bastante cabreada con la despedida.

Durante una semana después de ese día Eva desapareció del mapa, no contestaba ni mensajes ni llamadas y no aparecía por el colegio. Necesitaba hablar con ella de lo que paso, necesitaba saber muchas cosas.

Fueron siete días largos, en los que reviví en la intimidad varias veces lo que había hecho con Eva, pero aquello no fue nada comparado con lo que viviría con ella durante los siguientes meses…

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