Oscuro Secreto

La Esclava "Cambio de Juego"



Un relato real, contado en primera persona.

– Creí entender que no llegarías hasta esta tarde – dijo Eva dirigiéndose al hombre que se encontraba en el hall de su dúplex. – Venga ¡¡pasa!!

 

                ¿Pasa!!!? Pero que cojones… ¿Quién estaba ahí y por qué le decía que pasara? ¿Eva me tenia esposada, de rodillas y con los ojos vendados y le decía a quien quiera que fuera que pasara? Mi mente empezó a funcionar a una velocidad de vértigo, miles de preguntas iban surgiéndome entremezclándose con cientos de miedos, nervios y una sensación de frio y angustia que me dejo paralizada y conteniendo la respiración como si de un instinto animal se tratara, si no respiras y no te mueves… no estás ahí, nadie te va a ver.

                Pero evidentemente estaba ahí, y Eva lo sabía, y ese hombre al parecer no tenia problema, ni siquiera se sorprendió al entrar al salón.

– Joder Eva, amor, no te aburres cuando estoy de viaje eh! Vaya recibimiento me tienes preparado…

– No es para ti Marcos, ya te he dicho que creí entender que volverías esta tarde, pero ya que estas aquí… Ven, te presento a Lorena.

                Esos treinta segundos de conversación posiblemente hayan sido los más largos, tortuosos y al mismo tiempo a los que más atención le he prestado jamás.

                Cuando Eva llamo por su nombre al misterioso hombre con el que, sin entender todavía porque, estaba compartiendo salón, supe que era su marido, Marcos, del que no sabía gran cosa pero con lo poco que sabia me había creado una imagen mental sobre él en la que esta situación no era posible de ninguna de las maneras.

                No sabía su edad, pero sabía que era representante de una firma  muy cara de moda de caballero, mi mente había diseñado un hombre de entre 45 y 50 años montado en un mercedes clásico, al que le gustaban los restaurantes caros, hablar de política y codearse con personas de elegante y adinerado estatus social, un señor, un caballero vestido de traje y corbata con perfectísimas camisas hechas a medida cerradas en los puños con gemelos dorados, con pantalones sin arrugas y zapatos clásicos acharolados. Al menos la ropa que representaba era para ese tipo de clientela.

                Seguía inmóvil esperando a que pasara algo de una vez por todas, empecé a escuchar los pasos de Eva y Marcos acercándose hasta donde yo estaba (¿Dónde?) me parecía que estaban recorriendo un camino larguísimo, los segundos que tardaron en llegar a mí se me hicieron eternos.

– Lorena, te presento a Marcos, mi marido. – dijo al mismo tiempo que me quitaba la venda de los ojos.

                Cegada por la claridad parpadee un par de veces intentando que mis ojos volvieran a empezar a funcionar a la paz que giraba mi cabeza hacia atrás buscando a Marcos, estaba a  la derecha de Eva un paso más atrás. Cuando fui capaz de encontrarlo pude notar como mis pupilas lo enfocaban y escaneaban lo que estaban viendo.

                Marcos era la antítesis de lo que mi mente había creado para imaginarlo, para nada era ese señor que había creado en mi cabeza, media como un metro ochenta y cinco con un cuerpo aparentemente bien ejercitado, hombros anchos cintura estrecha, brazos fuertes, moreno con un corte de pelo muy actual, una barba muy sexy que cubría su mandíbula cuadrada, ojos marrones y manos grandes. Pero aun más me sorprendió su estilismo, calzaba unas zapatillas Mustang  color gris con la suela blanca, un vaquero Lois azul oscuro desgarrado en las rodillas y con un roto debajo del bolsillo derecho acompañado de una sudadera Adidas con cremallera y capucha en color jaspeado negro y blanco. Por si fuera poco en cada oreja tenía una dilatación pequeñita en color negro esmaltado. Marcos era absolutamente todo lo contrario a lo que había imaginado.

– Hola Lorena, encantado, soy Marcos – me dijo esbozando una sonrisa y dejando ver una dentadura perfecta y de un blanco radiante. – ¿Qué tal estas? – me preguntó con una cómica sonrisa.

Me sentí bastante más relajada al comprobar que la situación no se iba a tornar en algo incomodo para ninguno de los dos, aun así mi mente seguía trabajando a marchas forzadas generando nuevas preguntas a las que no tenía ninguna respuesta.

– Hola Marcos, encantada, pues ya ves… aquí, un poco… liada – dije intentando corresponder su sonrisa.

– Bueno pues ya os conocéis, Marcos, amor ¿te quedas o te vas? Nos has pillado en un momento un poco critico, por así decirlo – dijo Eva con una sonrisa a medias.

– Ya veo ya… – dijo Marcos al mismo tiempo que centraba su mirada en mis cachetes enrojecidos por los azotes que Eva me había dado 10 minutos antes. – te dejo decidirlo a ti, pero ya sabes que yo no juego bajo tus normas, juego bajo las mías, si estas dispuesta a cederme la autoridad me quedo, si no es así os dejo que sigáis.

– Perdonad que os interrumpa – dije metiéndome en la conversación en cuanto tenga oportunidad – veo que para vosotros esto es algo normal, pero yo me estoy sintiendo un poco incomoda, ¿podríais quitarme las esposas, dejar que me vista y me vaya por favor?

                Eva y Marcos se miraron, Eva sonrió y asintiendo con la cabeza le dijo a marcos – Jugamos con tus normas.

¿Jugamos? ¿Quién juega y a qué? No me lo podía creer estaba claro que yo para Eva no valía nada, me encantaba que me tratara como a ella le gustaba sexualmente, pero ¿ni siquiera vas a tener la decencia de preguntarme si yo quiero entrar en vuestro juego?

– .. Creo que lo mejor será que me desates, me des la ropa y me marche a casa, imagino que tendréis muchas cosas de las que hablar y bueno… Creo que no pinto nada aquí… – Dije con voz seria y algo tímida.

Marco volvió a esbozar su sonrisa, esta vez bastante más traviesa y picantona que cuando me saludó.

 

– Lorena… – dijo mientras se acercaba a mi- ¿de verdad crees que no pintas nada aquí y ahora? Yo creo que te equivocas – dijo al mismo tiempo que se arrodillaba y se ponía a mi altura. – conozco muy bien a Eva, estamos juntos desde hace una eternidad, se cómo se las gasta y te aseguro que si existe la posibilidad de que por un momento en tu vida puedas estar con ella y no ser su perrita es este, este será el único momento. – al ver que mi cara no se llenaba de entusiasmo como él pretendía, Marco me cogió la barbilla y se acercó a mi oído para mejorar en un último intento su argumento de convención. – yo no juego con sus normas Lorena… – me susurro al oído- mis normas te benefician mucho, a mi me gusta que ella sea la obediente, me encanta ver cómo le da placer a otras personas, me encanta ver como obedece haciendo cosas que ella pediría que le hicieran pero nunca haría por si sola… quédate y te volverás loca de placer, lo recordaras el resto de tu vida.

– ¡¡Bueno Marco!! Déjala ya ¿no? Ya te ha dicho que no quiere quedarse, déjala ir y no te metas donde no te han llamado – dijo Eva en un tono un poco desagradable.

La réplica de Eva a Marco me hizo de pronto enfocar la situación con una perspectiva muy diferente, Eva estaba jodida porque sabía que lo que pasaría si me quedaba la sometería a algo que no sabía muy bien que era pero que a ella no le gustaba especialmente, a Eva le gustaba tener el mando, le gustaba dar y recibir placer siempre bajos sus normas, bajo sus perversiones y eso hacía que en “la vida real” se sintiera superior a mí de alguna manera. Si yo entraba en el juego de Marco no solo la doblegaría a petición de su marido en ese momento, también la haría igualare en otros aspectos fuera de este mundo de placer y deseo. En solo tres segundo fui capaz de analizar todo esto y sin pensarlo ni uno más subí la apuesta de las sonrisas del salón y  dibujé en mi cara una sonrisa nueva, perversa, viciosa, maligna, algo burlona y asentí – Tranquila Eva, Marco no me está molestando, de hecho… creo que me quedaré, me pica la curiosidad, ¿no te importa verdad? – dije dirigiéndome con la mirada a ella.

– Por supuesto que no cielo, estás en tu casa – dijo Eva

– No… – le replicó Marco al mismo tiempo que me soltaba las muñecas

– ¿Qué no qué? – dijo Eva con voz desafiante

– Que no está en su casa y tu tampoco lo estás, estáis en mi casa, en mi salón, tú estás sentada en mi sofá, tu eres mía y Lorena nuestra invitada, ¿verdad que si mi amor? – pregunto Marco con voz desafiante cambiando radicalmente el gesto de su cara

– Ajam… – contestó Eva con indiferencia

– ¿Ajam? ¿Verdad que si mi amor? – repitió Marco

Eva se quedó callada mirándolo fijamente intentando evitar ser doblegada en mi presencia, pero su cara dejaba ver claramente que sabía que eso iba a ser inevitable.

– Levántate del sofá Eva, ¡¡YA!! – Ordenó Marco – date la vuelta

Marco cogió las muñecas de Eva y le colocó las esposas que me acababa de quitar a mí aprontándolas y asegurándose de que estaban colocadas como si de un preso peligroso se tratara. Enseguida se volvió a mí y me tendió la mano para ayudar a levantarme.

– Sienta te en el sofá Lorena, ponte cómoda, cambio de juego…

 Sin saber muy bien cómo reaccionar miré tímidamente a Eva para intentar adivinar cuál era su posición mental ante el “cambio de juego” de Marco. Esperaba encontrarme con una cara inconforme con la situación pero lejos de eso, muy lejos de eso, Eva tenía unas extrañas mirada y sonrisa concupiscentes que se alejaban de todas las miradas y sonrisas que había tenido para mí en privado hasta ahora. Su cara no denotaba preocupación alguna, ni molestia por haber perdido el mando de la situación, su cara contenía una inmensa expectación  que acompañada de sus pupilas rebosantes de lujuria me hicieron replantearme la decisión de participar en el juego de marco, pero ya… ya no había marcha atrás.

Aceptando la invitación de Marco me senté cómodamente en el lado izquierdo del sofá dejando reposar mi brazo en el brazo del sofá y cruzando las piernas como si de una señorita se tratara, a buenas horas decidí utilizar mi formación en protocolo…

 Lorena, ahí no reina, siéntate en el centro del sofá y ponte cómoda, ponte muy cómoda – me dijo marco clavándome la mirada y utilizando un tono extremadamente amable.

 No sabía exactamente lo que quería decir eso de “muy cómoda”, el sofá era cómodo, así que simplemente me levanté y me senté en el centro del sofá tal y como me había pedido, crucé mis piernas de nuevo y puse mis manos sobre mis rodillas.

 Más cómoda Lorena. Me dijo Marco sonriendo.

– Estoy cómoda Marco, muchas gracias, no sé qué quieres exactamente.

– No te preocupes Lorena, Eva sabe como de cómoda quiero que te pongas ella te ayudará, ¿verdad que si Eva? – Dijo Marco dirigiendo la mirada hacia Eva

– contestó Eva con un tono seco y rotundo.

 Marco se dirigió a la espalda de Eva para liberar sus manos y que así pudiera ayudarme a ponerme tan “cómoda” como marco quería, pero ante mi sorpresa, Marco se colocó justo detrás de Eva y le propinó una fuerte palmada en el cachete derecho que hizo que los ojos de Eva se cerraran con fuerza a la paz que apretaba los dientes. El sonido que provocó el azote junto con la cara de Eva era mucho más que suficientes para saber que la fuerza que Marco había usado no era poca.

 ¿verdad que si Eva? Dijo Marco repitiendo la pregunta que le había hecho pero con una voz seria y contundente

– Si mi señor. – contesto Eva con la voz cortada aun por el dolor

– Genial, ahora me he enterado. – Le respondió a la espalda con un sonrisa de medio lado salpicada de maldad y lujuria.

Marco soltó las muñecas de Eva y esta se dirigió hacia mí dando tímidos pasos adelante, con los dedos de las manos entrelazados y cabizbaja. Cuando estaba solo a unos centímetros de mí se detuvo y giró la cabeza buscando la mirada de su marido que miraba fijamente con los brazos cruzados un par de metros más allá del sofá. Cuando sus miradas se cruzaron dentro del salón de diseño el asintió con la mirada bajando lentamente sus parpados y volviéndolos a subir. ¿Le había pedido permiso? ¿Para qué? Estaba claro que el cambio de juego de Marco era algo más serio de lo que yo pensé en un primer momento, tenían una especie de código ético que no me habían explicado pero que pude deducir gracias a los conocimiento adquiridos cuando busqué en internet información acerca del Trisquel que Eva me había regalado, no sabía qué lugar ocupaba yo en su juego pero estaba claro que la sumisa, la esclava, ya no era yo o, al menos, no de  momento.

 Eva se arrodilló delante de mí y sin mirarme a la cara ni por un segundo tomo mis manos y las colocó apoyadas en el sofá una a cada lado de mi cuerpo, después tomó mi pierna derecha y levantándola con una delicadeza desconocida para mí en ella hasta el momento la quitó de encima de la izquierda dejándome los pies apoyado en la alfombra.

 Estaba expectante, el silencio de la habitación mientras que Eva hacia lo que le habían pedido era sepulcral, casi podía oír con nitidez los latidos de mi corazón que por momentos se aceleraba cada vez más.

 Eva giró de nuevo la cabeza para buscar el consentimiento de Marco y él le respondió de manera idéntica a la anterior petición de permiso. Entonces separó con suavidad mis rodillas e introdujo los brazos por detrás de mis rodillas hasta que sus hombros casi rozaban mis muslos entonces levantó la mirada sin mover la cabeza, como si no quisiera que Marco adivinara que me estaba mirando, me sonrió tímidamente y pude ver que lejos de sentirse humillada o destituida estaba disfrutando tanto o más que cuando me sometía. En una milésima de segundo y sin avisar Eva se incorporó dejando su espalda recta y acercando me con rapidez al filo del sofá, separando mis rodillas y haciendo que mi cabeza quedara apoyada en el respaldo. Soltó mis piernas con delicadeza dejando de nuevo los pies apoyados en la alfombra, pero esta vez mucho mas separados que antes.

 Eva se levantó y volvió a la posición donde se encontraba, entonces marco se acercó a ella le puso de nuevo las esposas y la premió con un beso en la mejilla izquierda.

 Estaba atónita, excitada, nerviosa, expectante, temerosa… pero sobre todo estaba impaciente, estaba deseando de conocer a fondo las nuevas reglas de juego.

 Marco se dirigió hacia mí y se sentó a mi derecha colocando un brazo en el reposacabezas del sofá y cruzando las piernas, como si de la hora del té se tratara.

 ¿Te importa que me siente a tu lado Lorena? – me dijo con un tono amabilísimo

– Para nada, estás en tu casa… ¿no?

– ¿esta cómoda?

– Si, gracias… – conteste con timidez impaciente por saber que iba a pasar.

– ¡Eva! – espetó Marco. – Arrodíllate delante de nuestra invitada

– Si mi señor – contestó ella sin levantar la mirada del suelo

 La situación me estaba poniendo a mil, jamás en mi vida hubiera imaginado algo así, estaba deseando saber cuál sería la siguiente orden que saldría de los labios carnosos de Marco al que empecé a mirar inconscientemente con deseo. No pude evitar recorrer con la mirada su cuerpo y detenerme con sigilo en su entrepierna. Solo necesite un momento para saber que él estaba tan excitado como yo.

 Justo cuando Eva terminó de arrodillarse ante mí, Marco descruzó sus piernas, se incorporó sentado en el sofá hacia ella y cogiendo su pelo por la nuca acercó sus labios a oído de Eva y le susurró muy clara y firmemente – COMETELA…

 Desde que Eva me puso cómoda en el sofá tuve claro que saborear mi entrepierna era el propósito, desconocía quien lo haría y sinceramente ya no me importaba, pero jamás pude imaginar que sería de una forma tan extremadamente excitante.

 Eva obedeció sin vacilar ni un momento y acercándose con mesura a mí entrepierna saco su húmeda lengua y la empezó a pasear despacio de arriba abajo, no podía evitar gemir tímidamente cada vez que su lengua llegaba a mi clítoris y notaba como me humedecía sin poder hacer nada.

– ¿Te gusta? – me preguntó Marco

– Si… Mucho… – respondí con la voz entrecortada por el desaliento que me provocaba el placer.

– ¿Quieres más? – dijo con una sonrisa elaborada

– ¡Si!

 Entonces Marco se levantó del sofá y con la mirada clavada en mi cara de placer empezó a quitarse la ropa

 Que Marco me mirara fijamente mientras Eva, su mujer, pasaba su lengua una y otra vez por mi entrepierna con las manos aún atadas a la espalda hacia que no pudiera concentrarme ni en una cosa ni en otra, me ponía nerviosa, me moría de intriga por saber que sería lo que pasaba por su cabeza, que sería lo que querría hacer ahora, me preocupaba no estar a la altura de la situación pero sobre todo me ponía a mil, podía notar como una sensación de placer extremo me recorría el vientre desde la entrepierna, cada vez que Eva apretaba su lengua contra mi provocaba un tímido gemido inevitable, estaba excitadísima hasta el punto de que inconscientemente me había agarrado las tetas y estaba pellizcándome los pezones con el afán de aumentan aun mas si cabía el placer que estaba sintiendo.

 Marco se había quitado su sudadera dejando ver un torso depilado no excesivamente definido pero claramente cultivado, quise preguntarle en ese mismo momento si hacía deporte pero las palabras no me salieron y acto seguido pensé que no era el momento, desabrochó el cinturón de sus Lois con una sensualidad digna de película y poco a poco sin dejar de observar lo que pasaba en el sofá desabrochó los botones del vaquero y lo bajo hasta los tobillos metiendo los pulgares por las caderas sacándolo con un hábil y elegante movimiento de pies que hizo que tanto las Mustang como el vaquero quedaran detrás de sus talones.

 OH MY GOOD! Fue lo primero que se me paso por la cabeza, ¿pero dónde va este chulazo sin calzoncillos por vida?

 Marco no llevaba ropa interior, estaba listo para hacer todo lo que fuese que quisiera hacer, listo en todos los sentidos, la excitación que le provocaba mirar la escena del sofá era evidente. Sin titubear ni un segundo se volvió a sentar a mi lado, esta vez algo más cerca y mirándome a los ojos cogió mi mano izquierda.

 ¿Te importa Lorena? – me pregunto con una voz muy segura

– No… – Le contesté como pude entre jadeos

– Cógeme la polla, cógela sin miedo, quiero que me des todo el placer que te apetezca, no preguntes, ya no eres la esclava.

Libertad absoluta es lo que me daba, estaba durísima, no era grande, pero era muy gruesa, totalmente depilada, podría encajar perfectamente en cualquier película X pero mi mente ahora lo que deseaba era encajarla en otro sitio. Eva cada vez se afanaba mas en darme placer, me conocía un poquito y sabía que estaba a punto de correrme. Sin pensármelo dos veces busqué la posición justa para no interrumpir a Eva y poder llevar mi cabeza a la entrepierna de Marco y hacer uso de los permisos que me había otorgado.

 Ahora lo pienso y no sé muy bien como fui capaz de tomar tantas decisiones de ese tipo en tan poco tiempo, pero supongo que estaba tan excitada que en el momento me pareció la mejor opción.  Pasee mi lengua humedecida por todo lo largo y ancho de su polla al mismo tiempo que con la mano derecha le agarraba los testículos, ver como se estremecía de placer me daba más confianza en lo que hacía a la par que me excitaba y proporcionaba placer, estaba a punto de correrme, aun con la boca llena se podían oír los gemido que Eva me estaba provocando, Marco jadeaba mientras me acariciaba la nuca, no podía más, saqué su polla de mi boca  y la apoyé en su pubis mientras con mi mano derecha seguía dándole a Marco lo que deseaba  al mismo tiempo que de mi garganta salió un grito ahogado. 

– Me corro…

Sobraron las palabras, las explicaciones, las ordenes y todo lo demás, justo cuando mi grito se perdió entre las paredes del salón los gemidos de Marco fueron los protagonistas, su polla empezó a latir  cada vez más intensamente en mi mano, que cada vez la agarraba más fuerte y lo estimulaba con más velocidad. Solo hicieron falta unos segundos más para que se corriera entre jadeos 

– Joder Lorena que manos tienes, que lengua – me dijo volviendo a dibujar una sonrisa en su cara 

Sin saber muy bien que venía ahora vi como se levantaba del sofá y se dirigía a la espalda de Eva para despojarla de los grilletes. Eva se levantó con una sonrisa similar a la que la tenia dibujada y girándose hacia él le besó.

– Te echaba de menos – dijo Eva

– Y yo a ti bonita – le contestó él

– ¿Estás bien Lorena? ¿Lo has pasado bien? – me pregunto Marco

– Uff mucho mejor de lo que hubiera imaginado en mi vida, he aprovechado muy bien la mañana – dije con sorna – pero creo que me voy a ir si no os importa, en media hora sale mi sobrino del cole y el tráfico…

– Como quieras, encantado de haberte conocido –dijo Marco con mucha simpatía

Me vestí lo más rápido que pude y haciendo las despedidas más cordiales que supe y salí del ático de Eva camino del colegio. 

Fue al salir de allí cuando entendí que toda la teoría que había leído en google  cerca del BDSM, del trisquel que Eva me regalo etcétera era solo eso, teoría, entendí que el placer que estas prácticas proporcionan no residen en lo que realmente haces, o en los juguetes que usas, el placer lo genera la mente, la situación, el disfrutar siendo dominado o dominando. Y comprendí que Eva y Marco podrían ser unos degenerados para el mundo si contaran lo que hacían, pero la forma en la que disfrutaban su amor era tan envidiable que pocos meses después de salir de su ático decidí separarme tras intentar tener algo con mi marido que me llenara tanto como los llenaba a ellos.

Y esta es la historia de cómo me convertí en la mujer feliz que soy ahora, pero eso… eso es otra historia

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