La Esclava "El Trisquel"
Un relato real, contado en primera persona.
Y con un portazo salí del precioso dúplex de Eva, después de haber vivido una de las experiencias más morbosas de mi vida. A medida que volvía a casa en mi BMW serie 3 azul, el cabreo que me había provocado la escueta despedida se iba disipando conforme recordaba lo que había hecho con ella momentos antes.
Empecé a pensar en que la situación en la que Eva que se había encontrado era similar a la mía, un momento puntual en el que las dos dejamos salir nuestro lado más lascivo, algo puntual, y que la reacción que tuvo al terminar fue provocada por alguna especie de rubor que no la dejó despedirse de mí de otra manera.
Después de pensar todo esto y perdonarla en tan solo 30 minutos, solo me quedaba hacia ella un sentimiento de satisfacción y un morbo enorme por volverla a ver y comentar lo que había pasado entre nosotras. Pero se hizo de rogar bastante, durante una semana no apareció por el colegio, no respondía llamadas, ni mensajes, ni nada, de nada, de nada…
Pero como era totalmente de esperar, eso no duraría mucho y al lunes siguiente Eva apareció en el colegio como solía hacerlo a diario para llevar a Marco, su hijo. Pensé que podría estar algo confundida, avergonzada, arrepentida o algo así. Mi intención en todo momento era hacerle ver que aquello que pasó no tenía ninguna importancia, que fue un momento de calentón en el que dos personas adultas se pusieron muy calientes y dejaron su volar su parte más lasciva de la imaginación. Pero nada de eso, me acerque a ella sonriendo, mostrando mi cara más amable y amigable para intentar romper un poco el hielo, pero el hielo no había que romperlo, ni siquiera había hielo, todo lo contrario, cuando me acerque a Eva pude reconocer su sonrisa perversa , lasciva, lujuriosa, su lado oscuro.
– ¿Qué tal Eva? ¿Qué te ha pasado esta semana? No sabía nada de ti, estaba preocupada
– Hola Lorena, estoy muy bien, no me ha pasado nada, sólo es que Marco ha estado con gripe y si no has sabido nada de mi es porque yo no he querido. – Me contestó con una sonrisa burlona
Por un momento no sabía que responder, no me esperaba esa respuesta, por momentos comenzaba a sentir el desprecio que sentí en la despedida de su dúplex y me empecé a molestar, pero aun así saque mi lado más cordial ya que parecía que estaba bromeando.
– Amms… bueno, ¿entonces todo bien?, ¿quieres hablar de algo de lo que pasó? ¿Te encuentras bien? Yo estoy bien, por mí no hay ningún problema, fue algo puntual, algo que paso entre dos mujeres adultas y no me arrepiento de nada.
– ¿Algo puntual Eva? – me dijo acercándose a mí- Creo que no lo entendiste bien- me dijo al mismo tiempo que llegaba a la altura de mi oído derecho con sus rojos labios carnosos- Me alegro de que no te arrepientas de nada, yo tampoco, por supuesto, es genial que no te arrepientas, no esperaba menos de ti, pero te equivocas en una cosa, no fue algo puntual, recuerda lo que te advertí justo antes de que metieras tu lengua en mi entrepierna ¿recuerdas?
– ¿… si haces esto ya siempre serás mía? ¿Qué quiere decir eso?
– Quiere decir que eres mía –me dijo susurrándome al oído- mi juguete, mi esclava, mi sierva. Sé que te encantó serlo en aquel momento y ahora que me lo has confesado tu misma, lo serás más todavía.
Me quedé de piedra, no imaginaba ni por asomo una reacción así, me sentí una tonta, quería romper el hielo y lo que tenía que hacer era apagar el fuego. No sabía cómo reaccionar y lo único que se me ocurrió fue pedirle hablar en otro lugar, en un sitio donde pudiera preguntar y entender que pasaba, que quería de mí, y porque no, en el caso de que me gustara lo que quería, saber cuál era mi función en todo esto, ¿Qué era ser su esclava?
Eva borrando su sonrisa burlona de la cara, con mucha amabilidad, me dijo.
– Por supuesto Lorena, te lo explicaré todo, pero recuerda, pregunta todo lo que quieras porque será la única vez que atienda preguntas sobre el tema.
En ese momento sonó la sirena del colegio que anunciaba el fin de mi tarea de tita, ¡niño colocado! Eva me dijo que no tenía mucho tiempo, en una hora tenía que estar en otro sitio, así que tomamos café en “la cafetería de súper-mamás”.
Nos sentamos en una mesa apartada del resto de madres que iban a desayunar allí, lo que provocó miradas, cuchicheos y alguna mala cara, cosa que me importó bien poco ya que estaba deseando saber que era lo que Eva me tenía que contar.
Estaba nerviosa, expectante, ¿Qué me iba a contar Eva? Había revivido tantas veces en la última semana lo que hice con ella que no me hubiera importado que el café hubiera sido en su dúplex y repetir. Pero Eva tenía otros planes para ese momento y, cuando digo que tenía otros planes, es que los tenia totalmente pensados y calculados, no había dejado nada a merced de la casualidad o de la improvisación, sabía todo lo que me iba a decir y todo lo que yo le iba a preguntar, tenía todas las respuestas y alguna cosa más que por supuesto yo no esperaba.
Eva llevaba puesto un traje negro de pantalón acampanado y una chaqueta con la botonadura cruzada, los botones dibujaban un cuadrado perfecto en su vientre, que gracias a sus idolatradas clases de pilates, estaba preparado para que cualquier prenda quedara perfecta. Botines negros de tacón ancho y cuadrado. Debajo de la chaqueta llevaba una camiseta blanca ajustada y escotada que dejaba ver esas dos tetas perfectas de las que ya había disfrutado la semana pasada y no me había quitado de la cabeza cada vez que entraba a la ducha [sé que se me entiende]. Pero hubo algo que me sorprendió y mi obsesiva mente por la decoración, la moda y el estilismo no dejó pasar por alto, justo encima de esas perfectas tetas estaba de nuevo el mismo colgante que llevaba puesto la semana pasada, El colgante era un círculo perfecto y en su interior había tres líneas curvas exactamente iguales, colocadas proporcionalmente y que se unían en el centro creando tres apartados dentro de la forma circular, en cada apartado se encontraba un relieve en forma de punto que formaban un triángulo equilátero si los unías entre sí. ¿Eva repitiendo colgante tan seguido y con la misma persona?
Tomó rápidamente la palabra al mismo tiempo que sacaba de su bolso una cajita negra y decía con su mejor sonrisa perversa:
– Esto es para ti Lorena.
– .. no tenías por qué… muchas gracias Eva, no sé qué decir.
– Ábrelo, es algo para ocasiones “especiales”- dijo entrecomillando la palabra especiales con los dedos al mismo tiempo que la pronunciaba.
Cogí la cajita con timidez y cuidado. Me volvía a preguntar qué era eso, ¿qué quería decir con lo de ocasiones “especiales”? estaba claro que Eva estaba llena de sorpresas y nada era una casualidad, por un momento temí abrir el regalo, de alguna manera sabía que ese regalo llevaría a algo que desconocía, pero al único sitio al que se me ocurrió que podía llevarme era a su dúplex, a volver a pasarlo como ya lo había hecho, así que no me lo pensé dos veces y abrí la caja con mucho cuidado deseando saber qué guardaba dentro.
Como era de esperar abrir la caja no despejó ninguna duda de las que tenía, todo lo contrario, me hizo tener más preguntas y estar más confusa aun. Dentro de la caja había una pulsera que encajaba perfectamente con los complementos de joyería que utilizaba habitualmente, un finísimo cordón de oro blanco con dos cristales swarovski engarzados en los extremos junto al cierre, pero había algo que no entendía, la preciosa pulsera llevaba un pequeño complemento engarzado en el centro, tenía el mismo circulo que el colgante que Eva llevaba puesto el día que “follamos” en su dúplex el mismo que llevaba puesto en ese mismo momento.
– Eva, no sé qué decir, me encanta, pero no tenías por qué…
– ¿Te gusta?
– Sí, me encanta, pero… hay algo que no entiendo, ¿Qué es este círculo? Lo llevabas puesto el día que estuvimos en tu casa, lo llevas ahora, me lo regalas para que lo lleve yo, ¿Qué es?
– Es un trisquel Lorena, estoy segura de que tu sola te encargaras de saber qué representa. Para nosotras será mucho más que palabras, cuando lo lleves puesto sabré que estas dispuesta a ser mía en ese momento, cuando lo lleve puesto yo, tú sabrás que quiero que seas mía en ese momento. Puedes decidir cuándo pero nunca qué.
Mi nivel de entendimiento de situaciones extrañas estaba en mínimos históricos, lo único que tenía claro era que ponerme en la muñeca el “trisquel” que Eva me había regalado era una declaración de intenciones lujuriosas en forma de código secreto entre ella y yo. No tenía ni idea de lo que representaba para el resto de la humanidad, la verdad, en ese momento me daba igual y sobre todo lo que no llegaba a comprender era la frase estrella de su explicación “puedes decidir cuándo pero nunca qué”.
– Perdona Eva… no te entiendo, ¿Qué quieres decir con eso?
– Exactamente eso Lorena, puedes decidir ponerte el trisquel si te apetece ser mía, si quieres que haga contigo lo que me plazca, ya sé que eso te gusta y no me lo puedes negar, pero lo que te diga que hagas, lo que yo te haga o lo que te hagan mientras estés conmigo no puedes decidirlo, eso es el “qué”. Si tienes alguna pregunta es el momento. – dijo al mismo tiempo que apuraba su café.
– ¿y si no me lo pongo nunca? – pregunte intentando arrebatarle un poquito de esa seguridad que derrochaba
– Sé que te lo pondrás – dijo dejando ver de nuevo su sonrisa burlona.
– ¿Me puedo negar a algo?
– Solo te puedes negar a ponerte el trisquel, no pasa nada si no lo haces, seguiremos siendo buenas amigas, nuestra relación solo cambia cuando las dos lo llevemos puesto.
Pese a que cualquier persona se asustaría de lo que Eva me acababa de decir, yo solo pensaba en que volvería a comerme esos labios carnosos mientras me arañaba las tetas con sus perfectas uñas, así que con tantas dudas como ganas de que algo pasara y con la entrepierna humedecida por los recuerdos y el morbo que me daba imaginar a Eva ordenándome servirla, sonreí y contesté a Eva al mismo tiempo que sacaba la pulsera de la caja y me la colocaba en la muñeca:
– No sé exactamente qué quieres de mí, no sé si me gustará, pero quiero descubrirlo. Me encanta tu regalo, estoy segura de que lo usaré.
Como no podía ser de otra forma Eva sacó su lado más estúpido dejando ver quien llevaba las riendas de la situación, y al mismo tiempo que yo apoyaba mi muñeca en la mesa mostrando mi disposición hacia ella, ella se quitaba su colgante y lo dejaba caer al bolso con cierto desprecio al mismo tiempo que se levantaba de la mesa y se despedía de mí.
– Tengo prisa Lorena, gracias por el café, nos vemos mañana, buen día.
Y así, con cara de tonta me quedé una vez más esperando una digna despedida, aunque esta vez más que molestarme casi me gustó. No sabía por qué pero los desaires que Eva tenía en algunas ocasiones me provocaban un inexplicable placer propio de una persona con alguna filia extraña.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue exactamente lo que Eva quería que hiciera, aunque no me lo había pedido directamente, cogí el portátil lo encendí encima de la mesa del comedor y…
Google Chrome> Buscar> Trisquel:
[El círculo exterior representa la unidad, el poder, respeto e integridad compartidos dentro de una comunidad que se protege a sí misma y a sus miembros entre sí. Los rayos que parten del centro representan un látigo en movimiento o incluso un brazo levantado y listo para azotar.
Las tres partes negras entre los rayos curvados tienen tres significados:
– Dominación, sumisión y switch
– Las tres reglas de oro del BDSM: Sensato, Seguro y Consensuado.
– Las tres formas principales de relación: B/D (Bondage y Disciplina); D/S (Dominación y sumisión) y S/M (Sadismo y Masoquismo)
Los tres agujeros interiores representan que un individuo, por sí sólo, es incompleto, necesita hallar su complementario. Los agujeros son el vacío existente hasta hallar dicho complementario.
El metal del emblema simboliza las cadenas del BDSM. Los tres campos internos son negros, representando el lado oscuro de la sexualidad BDSM.
El metal representa los grilletes que simbolizan servicio y posesión, los tres círculos negros escenifican el control sobre el lado oscuro de la sexualidad BDSM, mientras que la esquemática figuración de los brazos en aspa representa al spanking erótico. El círculo externo es significativo de la unidad en torno a la protectora comunidad.]
Ya sabía que era un trisquel, que simbolizaba y porqué yo tenía uno en mi muñeca. Cada cosa que leía me excitaba más, acababa de descubrir un universo en el que sin darme cuenta me había metido, era desconocido para mí, pero, lejos de asustarme, me excitaba aun habiendo leído muchas cosas que no llegaba a comprender.
A la mañana siguiente al levantarme no dude en cómo vestirme, ropa interior de “follar” como solíamos llamarla entre las compañeras del grado de diseño, sujetador negro con encaje en el interior y un lazo rojo en el centro, short a juego, una Basic negra escotada, vaquero negro muy ceñido y un jersey con el cuello ancho y caído, que dejaba adivinar lo que había debajo. Y sin dudarlo ni un momento me coloque el trisquel en la muñeca esperando que Eva llevara el suyo puesto también.
Cuando llegué a la puerta del colegio ella estaba allí, esperándome con su sonrisa burlona, mirando con descaro mi muñeca para comprobar que me había levantado con ganas de pasarlo bien.
Cuando me acerqué a saludarla pude comprobar que ella también llevaba el trisquel colgado del cuello. Eva no se entretuvo en formalismos y me recibió con un directo y tajante “vamos a mi piso”. De camino a su dúplex mantuvimos una conversación de lo más normal, casi de “mamás” pero justo al cruzar la puerta, antes casi de que me diera tiempo a escuchar el resbalón cerrándose, la cosa cambió radicalmente.
Eva me rodeó la cintura desde atrás con su brazo izquierdo al mismo tiempo que me olía la nuca y apretaba su mano derecha contra mi entrepierna, – ¿vienes preparada Lorena? me preguntó con una voz susurrante casi amenazadora, a lo que contesté con un “por supuesto” que creo que denotaba más seguridad de la que llevaba encima. Al escuchar mi respuesta me giró cogiéndome de la cintura hasta que nuestras miradas se alinearon, me cogió del cuello con suavidad y me besó haciendo uso de su lengua al completo, sólo duró unos segundos, hasta que sin soltarme el cuello, mirándome a los ojos, me pidió que pasara al salón y me pusiera cómoda en el sofá.
Obedeciendo a lo que, por lo que había leído, era mi ama, pasé al salón, me senté en el sofá y apoyé la cabeza cómodamente en el respaldo del sofá. Casi no me dio tiempo a ponerme cómoda cuando Eva entro en el salón, se detuvo al lado de la estantería repleta de libros, sacó su teléfono móvil del ceñidísimo pantalón, lo apagó y lo dejó en uno de los estantes.
– ¿Nerviosa, Lore? -Me preguntó al mismo tiempo que se acercaba al sofá.
– Expectante más que nerviosa.
– ¿Cachonda?
– Sí, ¿y tú? Pregunté esperando una respuesta verbal.
Pero en lugar de contestar como yo esperaba, se acercó hasta que las puntas de sus zapatos quedaron debajo del sofá, se desabrochó el botón del pantalón, bajó suavemente la cremallera y lo deslizó caderas abajo hasta que dejó ver el culotte negro de encaje que llevaba puesto, muy seria y con una cara de vicio que me encendió por dentro, me dijo,
-Compruébalo tú misma.
No me lo pensé dos veces, me incorporé sentada en el sofá e introduje el dedo corazón de la mano derecha por el lateral del culotte para comprobar lo húmeda que estaba. Era evidente que Eva estaba muy excitada, sólo me hizo falta un segundo para comprobarlo.
-Parece que si estas cachonda Eva. -Le dije mirando hacia arriba en busca de su cara.
-Sí, lo estoy, pero en adelante, cuando te pida que compruebes si estoy cachonda, no uses los dedos, quiero que lo compruebes con la lengua, rectifica y recuérdalo para la próxima vez.
Sin mediar más palabra sacó mi mano de su ropa interior, se bajó el culotte a la altura del pantalón, me cogió la muñeca y llevó el dedo que había utilizado para mi errada comprobación hasta su boca y lo lamió al mismo tiempo que desplazó los dedos de su mano derecha por mi frente hasta agarrarme del pelo para acercarme a ella con autoridad.
Cuando la punta de mi nariz ya rozaba su piel, se detuvo un segundo,
– Comprueba si estoy cachonda Lorena.
Obedeciendo como ella me pidió saque toda la lengua que fui capaz y la metí dentro de su humedísimo coño al mismo tiempo que ella me agarraba con fuerza el pelo apretándome contra su entrepierna.
Jamás pensé que algo así podría ponerme tan caliente, me encantaba sentir como los músculos de sus muslos se tensaban cada vez que mi lengua la recorría de arriba abajo haciendo que cada vez estuviera más húmeda. Era una sensación de placer desconocida para mí, sentir que le daba placer a Eva haciendo eso me procuraba un bienestar y un estado de excitación que no había conocido hasta el momento.
Empezaba a notar como mi barbilla estaba tan húmeda como su entrepierna. Cuando consideró suficiente, me separó de ella a la vez que tiraba con más fuerza de mi pelo y obligaba a mi cabeza a echarse hacia atrás para mirarla a la cara.
– ¿Estoy cachonda Lorena? -Me preguntó con un susurro extremadamente lascivo.
– Si, cachonda y muy rica – contesté.
– Ponte de pie y dame la espalda – Me pidió con seriedad mientras se volvía a colocar el culotte y el pantalón.
Eva dio un paso atrás y yo obedeciendo su orden me levanté y me giré hasta darle la espalda.
– Levanta los brazos.
Levante los brazos y, con ligereza, me quitó el jersey, la camiseta y desabrochó mi sujetador, arrojándolo todo al sofá de al lado y dejándome desnuda de cintura para arriba, lo único que quedaba era la pulsera con el trisquel.
– Pon las dos manos en la espalda. – Me volvió a pedir con la misma seriedad.
Cada vez estaba más excitada, estaba dispuesta a obedecer a todo lo que me pidiera, no diría que no a nada, pero no pude evitar sentir un poco de miedo cuando al poner las manos en la espalda noté en mis muñecas el frio del acero de los grilletes que me estaba colocando. Resoplé intentando controlar los nervios que me había provocado la sorpresa, lo que hizo que Eva se diera cuenta de que las esposas me habían puesto nerviosa y seguramente con ánimo de ponerme un poco más, apretó los dos cierres hasta que el frio metal quedo perfectamente ajustado con mi piel.
Sin decir nada más, rodeo mi cintura con sus dos brazos hasta llevar sus manos al botón de mi pantalón, lo desabrochó, bajó la cremallera e introdujo los pulgares a derecha e izquierda de la cinturilla empujando hacia abajo al mismo tiempo que ella flexionaba las rodillas bajando junto con el pantalón. Cuando dejó el pantalón en los tobillos acercó su lengua hasta la parte exterior de la rodilla derecha y muy despacio se levantó paseando su lengua por mis muslos, el culo, las manos y la espalda hasta llegar a la nuca. Me excitó tanto que no puede evitar dejar escapar un tímido gemido provocado por el placer de sentir como me estaba humedeciendo de una forma soberbia.

Guardando un silencio que me ponía muy nerviosa, Eva me colocó un antifaz negro, intuí que sería de algún material plástico por el frio que sentí en la cara, si las esposas me habían puesto nerviosa ahora tampoco veía nada, pero estaba tan excitada que me daba igual, quería que pasara a la acción ¡YA!
En lo que yo hubiera dedicado varios minutos, Eva dedico apenas un par de segundos, bajó el tanga hasta colocarlo en los tobillos junto con los pantalones, me quitó los zapatos, y lo hizo volar todo al sofá del al lado junto con el jersey, la camiseta y el sujetador.
– Date la vuelta Lorena – me pidió – separa las piernas
En cuanto obedecí Eva se acercó a milímetros de mí agarrándome de nuevo el cuello, esta vez con fuerza, al mismo tiempo que me lamía y mordía los pezones mientras con su mano acariciaba delicadamente mi entrepierna. Estaba tan húmeda que ponía notar como sus manos se bañaban al recorrer mi coño de extremo a extremo, de repente dejó de acariciarme y abandono mis tetas para acercar sus húmedos labios a mi oído derecho.
– Dime que te gusta – me pidió susurrando
– Me encanta – le dije susurrando
– ¡Dime que te gusta! – me repitió alzando la voz al mismo tiempo que estampaba su mano contra mi clítoris haciendo que su golpe se dejara oír.
En ese momento el placer combinado con un ligero dolor, fue tan intenso que hizo que se me doblaran las rodillas y entonara un gemido sin ser capaz de obedecer su orden inmediatamente, lo que provocó que agarrara mi cuello con más fuerza aún, haciendo que casi me costara respirar y volviera a azotarme el clítoris con más ímpetu aún a la par que me repetía en voz alta y con mucha autoridad – ¡Dime que te gusta!
La presión en el cuello y el placer que sentía cada vez que su mano se estrellaba, hacían que no pudiera pensar, sólo gemía y luchaba contra la gravedad para no hincarme de rodillas en el suelo, intenté concentrarme y después del cuarto azote conseguí hacer salir de mi garganta un moribundo susurro – ¡Me gusta…! – que se apagó fundiéndose con un gemido al recibir un quinto palmetazo.
Hasta el momento creí no haber estado tan excitada en mi vida, notaba como el corazón me latía como si trotara en lugar de palpitar. A consecuencia del trato que había recibido en mi clítoris, mis muslos estaban empapados por su cara interna, estaba a punto de explotar, los azotes que Eva me había propinado habían hecho que el clítoris multiplicara su tamaño y su sensibilidad y cada roce que sentía me erizaba la piel de todo el cuerpo.
Con las manos esposadas a la espalda, los ojos cohibidos de visión por un antifaz, desnuda, empapada y agarrada por el cuello por Eva, que todavía no se había quitado ni una horquilla, sólo quería más, mucho más.
Eva soltó mi cuello cuando fui capaz de entonar el “me gusta” que con tanta insistencia me había pedido.
– Ponte de rodillas – me pidió en un tono más relajado.
Obedecí inmediatamente hincando las dos rodillas con fuerza, al no poder ayudarme con las manos, en la comodísima alfombra. Eva se colocó de rodillas a mi espalda y acercándose a mi nuca me susurro un erótico – Ábrete – la complací de inmediato dejando que introdujera sus dedos corazón y anular de su mano derecha dentro de mi humedísimo coño a la vez que su mano izquierda presionaba mi clítoris. Sacó sus dedos de dentro de mí y me los llevó a la boca.
– Abre la boca – me pidió – pruébate
Obedecí saboreando sus dedos, relamiendo cada rincón de ellos deleitándome con mi sabor hasta que Eva considero que era suficiente y deslizó sus dedos por mi mejilla derecha paseándolos suavemente por el cuello, los pezones, el ombligo y el vientre, a la par que su mano izquierda abandonaba mi clítoris y ascendía acariciándome con el recorrido inverso a la mano derecha hasta llegar a agarrarme el pecho izquierdo.
– Córrete – Me susurro al oído
Me quede parada al no saber cómo obedecer, estaba deseando hacerlo pero no podía tocarme, ni rozarme con nada, el silencio fue mi única respuesta posible a la orden de Eva. Ese silencio se rompió rápidamente con un fortísimo azote en el clítoris que acompañó hincando su manicura en mi pecho izquierdo.
– ¡Córrete! – Me volvió a repetir
Obviamente no podía hacer más de lo que había hecho antes, guardé silencio y recibí otro fuerte golpe en el clítoris acompañado de sus dos dedos introduciéndose frenéticamente de dentro de mí. Estaba tan húmeda que la fuerza y la velocidad con la que Eva metía y sacaba sus dedos de mi coño provocaban un sonido acuoso que era música para mis oídos. No podía más, Eva hincaba las uñas de su mano izquierda con más fuerza y su mano derecha trabajaba a un ritmo brutal con sus dedos entrando y saliendo a la par que la palma de su mano me rozaba el clítoris. Me encantaba, sentía un placer inmenso, gemía descontroladamente con toda la piel erizada. Sólo necesitó pedírmelo una última vez.
– ¡Córrete zorra!
En ese momento su insulto puso la guinda al pastel. – ¡¡me corro!! – dije con un grito gemido que casi solapaba la palabra zorra mientras salía de su boca.
Eva sacó sus dedos de mi encharcada entrepierna y cogiéndome del cuello con suavidad con su mano izquierda acercó a mis labios los húmedos dedos de la derecha, no tuvo que pedir nada, yo sola abrí la boca y lamí de buen grado su dedos recién corridos, podía notar como entretanto por mis muslos se deslizaba un hilo de placer liquido hasta fundirse con la alfombra al llegar a las rodillas.
Quería más, eran las 11 de la mañana y sólo pensaba en que no tenía nada que hacer hasta las 2 de la tarde. Sabía que no habíamos terminado, Eva todavía estaba vestida y yo estaba deseando que se quitara la ropa y me pidiera hacer y hacerle todo lo que su lasciva mente inventara.
Pero algo fuera de lo que hubiera podido esperar ocurrió en ese momento. Postrada en la alfombra, con las rodillas separadas, las muñecas engrilletadas a la espalda, los ojos tapados, la entrepierna empapada y con Eva de rodillas a mi espalda acariciándome el cuello mientras me daba a lamer de sus dedos, se pudo oír perfectamente como unas llaves entraban en la cerradura del dúplex. ¡¡No puede ser!! ¡¡No puede ser!! ¡¡No puede ser!! Me repetía al mismo tiempo que intentaba identificar el sonido con la esperanza de estar equivocada por completo. Pero no solo yo lo había oído.
– Quédate aquí, así como estás, no te muevas ni un centímetro – me dijo Eva a la nuca a la vez que se levantaba de la alfombra.
Salió del salón cerrando la puerta, yo me quedé en la posición en la que me había dejado esperando a que resolviera lo que tuviera que resolver. Desde donde estaba podía distinguir la voz de un hombre, la voz de Eva…
…la puerta del salón abriéndose…
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